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23 kilogramos, Baroni





Experiencia Baroni
Julio 2018. San Luis, Argentina
Texto curatorial




Es un lujo, admitimos, insistir en nombre del gusto en detalles tan triviales. Esa ligereza de las cosas esconde la posibilidad del retorno. Todo eso que nos salva se queda en algún rincón, adormecido, esperando a que algo venga a reanudarlo.
Cuando abrimos las puertas de este lugar nos preguntamos por qué, siendo las cosas como son, no damos en nuestra vida cotidiana algo más de importancia a nuestras costumbres y a nuestros gustos. Este es un ejemplo bien sencillo; venir a comer a la casa de la abuela.
Entonces, se producen en lugares como estos, conexiones insólitas.
La memoria no consiste en recordar, sino desde el olvido en revivir instantes precisos del pasado. Por instantes el pasado inunda el presente, lo absorbe, lo llena de sentidos. El eterno retorno es como un gran presente. Este lugar es un verdadero ejemplo sobre como algo insignificante puede tener repercusiones infinitas. Se experimenta como una ruptura extraña, como si acá hubiera un poco de todos.
Acá, no es tanto lo que se decidió añadir sino aquello que, sin ninguna extravagancia se consigue difuminar con lo que ya estaba presente. Un presente en tiempo pasado. Un presente con mucha memoria.
Todo lo que quedó en esta casa. Todo, es lo que dice que algo pasó.
Los orientales siempre han preferido los reflejos profundos; ese brillo ligeramente alterado que evoca irresistiblemente los efectos del tiempo. La culpa es del juego de sombras, una luz incierta realza la belleza de cada rincón.
La casa de la nona.
El patio. La parra. Los olivos. El frío de la galería en invierno. Nosotros sentados justo ahí donde estuvo el patio que alguna vez fue pista de aterrizaje de un avión grande de madera.
Dos de cuatro hermanos.
O dos de siete primos.
Son los restos de alguien que nunca jugaba solo. La vez que pisamos las plantas jugando a pelear en serio y la abuela le pidió a los viejos que no nos reten tanto porque todo lo que no se arranca de raíz vuelve a crecer.
El calor de la cocina también vuelve. El peso máximo de equipaje en vuelos internacionales es de 23 kilogramos. Porque en algún momento tenía que irse lejos, porque ella sabía que no era de las que se quedarían quietas. Por suerte, nuestra otra abuela también visitó esta casa.
Acá lo bello es la sublimación de las realidades donde lo importante mata lo urgente.
¿Podrá el sabor de la comida modificarse sabiendo que en la cocina decidimos dejar en su lugar los mismos muebles que estaban ahí cuando era nuestra nona la que cocinaba?
Sabemos que estas pensando en eso que tu abuela te cocinaba a vos y nosotros pensamos en “la nona perla” y sus tallarines.
Todavía nos acordamos de los vasos “medidos” de gaseosa. Algo que nos sirvió para valorar las cosas que uno consigue en la vida.
De eso se trata este lugar y vos viniste a comer.
Por ahora la cocina de la nona es Baroni, para cuando venga el tiempo en el que ya no sabremos dar un nombre a los que nos una.

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